jueves, 21 de julio de 2016

La misión

La Misión



—Bien chicos y chicas, este es el plan. Tenemos a un enemigo veloz, quizá el más rápido al que nos hemos enfrentado nunca. Pero eso no quiere decir que no podamos tener ninguna oportunidad. Como mi madre siempre dice, antes de actuar hay que pensar con la cabeza. Y más de uno de los que estáis aquí sabéis que tiene razón.

Fernando apartó por un segundo la mirada, en el fondo sabía que lo decía por él. En la última misión intervino sin consultarlo a los demás y lo capturaron sin darle oportunidad de escapar. Todo podía haber terminado de forma trágica, pero gracias al sacrificio y el trabajo en equipo de los demás compañeros, pudieron salvarlo y completar el cometido para lo que fueron elegidos. Ahora era una gran ocasión de enmendar el error del pasado y demostrar que podía ser un eslabón más de la fuerte cadena que en conjunto formaban.

Eva continuaba con el discurso:

—En primer lugar, ellos solo son dos. Nosotros diez. Si fuera a campo abierto os diría que sería imposible. Pero mirad a vuestro alrededor, el terreno está de nuestro lado. Hay zonas altas que podemos utilizar, callejones donde podemos emboscar, la vegetación también nos puede ayudar y la infiltración entre la población será indispensable y necesaria para el éxito.

Todos echaron un vistazo a la zona donde se encontraban, en ese momento sus sensaciones cambiaron. El intercambio de miradas entre los integrantes del equipo demostraba cierta confianza en superar el reto que ante sí tenían. Sí, se podía conseguir.

—Bueno pues, ¿Cómo lo hacemos? El tiempo se nos echa encima, pronto sonará la señal de alarma y la cuenta atrás ha empezado —Avisó Estefanía observando el gran reloj del edificio central. Siempre tan impaciente, siempre tan nerviosa, añadía  la tensión necesaria a los demás para que se mantuvieran concentrados.

Eva sonrió, la disposición de todos los que la rodeaban confirmaba que era una buena líder.

—Acercaos y escuchad. Raúl, Patricia, vosotros dos os quedareis por los alrededores del objetivo. Debéis hacerles creer que son muy buenos, os dejaréis apresar. Se confiarán, pensarán que no tenemos nada que hacer contra ellos. Hasta es posible que se rían de vosotros, pero sabed que vuestro papel es muy importante. Vosotros marcaréis el devenir de la misión —Raúl y Patricia asintieron sin más. No era momento de discutirlo, el tiempo corría en contra.

—Yo, Estefanía, Pedro y Alfonso iremos siempre juntos, en grupo. Intentaremos mezclarnos entre la gente para confundirlos. Pero nuestro lugar principal estará junto a aquel árbol, entre los arbustos. Una vez que hayan cogido a Raúl y a Patricia haremos que vayan detrás de nosotros. Les cansaremos, y cuando sea preciso nos sacrificaremos.

—Entendido, —dijo Estefanía— ¿algo más?

—No nada más. —Eva continuó— Carlos y Lorena, vosotros seréis el señuelo. Sois dos, pero les haréis creer que el resto está también con vosotros. No peleareis por salvaros, vuestra función será distraerles  haciéndoles buscar al resto de nosotros por la zona. Desde la otra punta avanzaréis vosotros —dijo señalando a Sandra y a Fernando. —El éxito de la misión recaerá en vosotros. Sois los más veloces y eso aquí, es una gran responsabilidad.

—No fallaremos —aseguró Sandra.

Al cabo de quince minutos, todo había ocurrido tal como Eva había planeado. Todos se encontraban retenidos. Y Sandra y Fernando eran su única esperanza.

—Bien, no ha sido difícil. Estarán escondidos y asustados, vamos a por ellos —Dijo uno de los captores.

Desde la otra punta Sandra vio una oportunidad y se abalanzó rápidamente realizando un gran sprint hacia el objetivo, mientras el enemigo iba en la dirección contraria buscando al resto por la zona a la que habían sido atraídos.

Pero un golpe de mala suerte hizo que Sandra no cumpliera con su cometido. Uno de ellos se dio la vuelta y la vio venir a toda velocidad. No pudo hacer nada, al minuto hacía compañía al resto del equipo.

—No pasa nada, lo has intentado, casi lo consigues —consoló Eva apoyando su mano en el hombro de una fatigada amiga.

Fernando observó todo desde la lejanía. Se sentía como el último soldado superviviente de una gran guerra en medio de un desierto. Recordaba su anterior error, no podía fallar otra vez, si no, ¿en qué lugar quedaría en el grupo? Miró al reloj, quedaba poco tiempo, tenía que actuar sí o sí, no podía permanecer allí para siempre.

La misión



Estaba a punto de empezar a correr cuando se dio cuenta de que sus contrincantes estaban hablando con un superior de la organización a la que pertenecían. Éste era más alto, más fuerte y con una vestimenta que mostraba la seriedad de su trabajo. Era el momento perfecto, la mejor distracción.

Corrió como nunca había corrido, todos los que estaban allí se paralizaron al observar al velocista que avanzaba esquivando y saltando cualquier obstáculo que se interpusiera entre él y su objetivo. Ninguno de sus dos enemigos se percató de su llegada.

En el instante en el que llegó a su objetivo la alarma de aviso sonó con un ruido sordo, el tiempo había llegado a su fin. Pero un segundo antes, Fernando pudo decir con total satisfacción:

—¡Por mí y por todos mis compañeros!

Un grito de júbilo llegó con abrazos y palmadas de cada uno de los miembros de su equipo celebrando la victoria.

—Venga chicos a clase, que ya se ha acabado el recreo —Les avisó aquel que hacía unos segundos les había ayudado inesperadamente.








2 comentarios:

  1. Desde luego que yo he sido una de las privilegiadas que viví misiones como la que cuentas. Precioso relato que me recuerda la cita de Nietzsche "seriedad de varón es recuperar la seriedad que de niño se tenía al jugar". Enhorabuena!

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  2. Muchísimas gracias Cristina. Me alegra que te haya gustado y por cierto, muy buena frase la que citas. Un abrazo.

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