La Misión
—Bien chicos y chicas, este es el
plan. Tenemos a un enemigo veloz, quizá el más rápido al que nos hemos
enfrentado nunca. Pero eso no quiere decir que no podamos tener ninguna
oportunidad. Como mi madre siempre dice, antes de actuar hay que pensar con la
cabeza. Y más de uno de los que estáis aquí sabéis que tiene razón.
Fernando apartó por un segundo la
mirada, en el fondo sabía que lo decía por él. En la última misión intervino
sin consultarlo a los demás y lo capturaron sin darle oportunidad de escapar.
Todo podía haber terminado de forma trágica, pero gracias al sacrificio y el
trabajo en equipo de los demás compañeros, pudieron salvarlo y completar el
cometido para lo que fueron elegidos. Ahora era una gran ocasión de enmendar el
error del pasado y demostrar que podía ser un eslabón más de la fuerte cadena
que en conjunto formaban.
Eva continuaba con el discurso:
—En primer lugar, ellos solo son
dos. Nosotros diez. Si fuera a campo abierto os diría que sería imposible. Pero
mirad a vuestro alrededor, el terreno está de nuestro lado. Hay zonas altas que
podemos utilizar, callejones donde podemos emboscar, la vegetación también nos
puede ayudar y la infiltración entre la población será indispensable y
necesaria para el éxito.
Todos echaron un vistazo a la
zona donde se encontraban, en ese momento sus sensaciones cambiaron. El
intercambio de miradas entre los integrantes del equipo demostraba cierta confianza
en superar el reto que ante sí tenían. Sí, se podía conseguir.
—Bueno pues, ¿Cómo lo hacemos? El
tiempo se nos echa encima, pronto sonará la señal de alarma y la cuenta atrás
ha empezado —Avisó Estefanía observando el gran reloj del edificio central.
Siempre tan impaciente, siempre tan nerviosa, añadía la tensión necesaria a los demás para que se
mantuvieran concentrados.
Eva sonrió, la disposición de
todos los que la rodeaban confirmaba que era una buena líder.
—Acercaos y escuchad. Raúl,
Patricia, vosotros dos os quedareis por los alrededores del objetivo. Debéis
hacerles creer que son muy buenos, os dejaréis apresar. Se confiarán, pensarán
que no tenemos nada que hacer contra ellos. Hasta es posible que se rían de
vosotros, pero sabed que vuestro papel es muy importante. Vosotros marcaréis el
devenir de la misión —Raúl y Patricia asintieron sin más. No era momento de
discutirlo, el tiempo corría en contra.
—Yo, Estefanía, Pedro y
Alfonso iremos siempre juntos, en grupo. Intentaremos mezclarnos entre la gente
para confundirlos. Pero nuestro lugar principal estará junto a aquel árbol,
entre los arbustos. Una vez que hayan cogido a Raúl y a Patricia haremos que
vayan detrás de nosotros. Les cansaremos, y cuando sea preciso nos
sacrificaremos.
—Entendido, —dijo Estefanía—
¿algo más?
—No nada más. —Eva continuó—
Carlos y Lorena, vosotros seréis el señuelo. Sois dos, pero les haréis creer
que el resto está también con vosotros. No peleareis por salvaros, vuestra
función será distraerles haciéndoles
buscar al resto de nosotros por la zona. Desde la otra punta avanzaréis
vosotros —dijo señalando a Sandra y a Fernando. —El éxito de la misión recaerá
en vosotros. Sois los más veloces y eso aquí, es una gran responsabilidad.
—No fallaremos —aseguró Sandra.
Al cabo de quince minutos, todo
había ocurrido tal como Eva había planeado. Todos se encontraban retenidos. Y
Sandra y Fernando eran su única esperanza.
—Bien, no ha sido difícil.
Estarán escondidos y asustados, vamos a por ellos —Dijo uno de los captores.
Desde la otra punta Sandra vio
una oportunidad y se abalanzó rápidamente realizando un gran sprint hacia el
objetivo, mientras el enemigo iba en la dirección contraria buscando al resto
por la zona a la que habían sido atraídos.
Pero un golpe de mala suerte hizo
que Sandra no cumpliera con su cometido. Uno de ellos se dio la vuelta y la vio
venir a toda velocidad. No pudo hacer nada, al minuto hacía compañía al resto
del equipo.
—No pasa nada, lo has intentado,
casi lo consigues —consoló Eva apoyando su mano en el hombro de una fatigada
amiga.
Fernando observó todo desde la
lejanía. Se sentía como el último soldado superviviente de una gran guerra en
medio de un desierto. Recordaba su anterior error, no podía fallar otra vez,
si no, ¿en qué lugar quedaría en el grupo? Miró al reloj, quedaba poco tiempo,
tenía que actuar sí o sí, no podía permanecer allí para siempre.
Estaba a punto de empezar a
correr cuando se dio cuenta de que sus contrincantes estaban hablando con un
superior de la organización a la que pertenecían. Éste era más alto, más fuerte
y con una vestimenta que mostraba la seriedad de su trabajo. Era el momento
perfecto, la mejor distracción.
Corrió como nunca había corrido,
todos los que estaban allí se paralizaron al observar al velocista que avanzaba
esquivando y saltando cualquier obstáculo que se interpusiera entre él y su objetivo.
Ninguno de sus dos enemigos se percató de su llegada.
En el instante en el que llegó a
su objetivo la alarma de aviso sonó con un ruido sordo, el tiempo había llegado
a su fin. Pero un segundo antes, Fernando pudo decir con total satisfacción:
—¡Por mí y por todos mis
compañeros!
Un grito de júbilo llegó con
abrazos y palmadas de cada uno de los miembros de su equipo celebrando la
victoria.
—Venga chicos a clase, que ya se
ha acabado el recreo —Les avisó aquel que hacía unos segundos les había ayudado
inesperadamente.
Desde luego que yo he sido una de las privilegiadas que viví misiones como la que cuentas. Precioso relato que me recuerda la cita de Nietzsche "seriedad de varón es recuperar la seriedad que de niño se tenía al jugar". Enhorabuena!
ResponderEliminarMuchísimas gracias Cristina. Me alegra que te haya gustado y por cierto, muy buena frase la que citas. Un abrazo.
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