La mirilla
Siempre el mismo golpe. Alguien se apoyaba y con su sombra, la luz de
la mirilla apagaba.
Cada vez que por las escaleras subía o bajaba, alguien al otro lado de
la puerta lo observaba.
Más de un día llamó, insistiendo con dos o tres toques, advirtiendo que
aquel acoso cesara.
Pero nadie contestaba, solo un golpe y una mirada inquisitiva a través
de la mirilla notaba.
Hizo guardia, esperó día tras día, preguntó a vecinos, para saber quién
tras aquella puerta habitaba.
Cuál fue su sorpresa al descubrir que esa vivienda nadie la ocupaba y
vacía se encontraba.
La mirilla |
jajaja que escalofrio, sige la historia.. no? ¿!¿!¿!¿!
ResponderEliminarQuién sabe... Quizá logre abrir la puerta algún día... ;)
EliminarQué sensación de impotencia y de escalofrío! No me gustan nada las "presencias" que no puedo definir...
ResponderEliminarBuen relato, Alberto, me has puesto los pelos al estilo "escarpia".
Un abrazo!!
jajaja Muchas gracias!!! =)
ResponderEliminarUn abrazo!!
Espeluznante, Alberto. Saludos.
ResponderEliminarGracias Ricardo, un saludo.
EliminarSolo de imaginar que me sucede eso... Pelos como escarpias!!
ResponderEliminarBesis ;)
Pues ojalá nunca te suceda jaja
EliminarSaludos!!