LA ÚLTIMA NOCHE
La luz seguía encendida y un ligero alboroto de fondo lo tranquilizaba
de cierta forma. Aún tenía tiempo. Cada noche era una carrera a contrarreloj,
cada noche se la jugaba apurando hasta el final. Un final, que siempre
imaginaba y que Nico nunca llegaba a ver, por suerte para él. Los demás siempre
contaban historias acerca de los que no lo conseguían. Historias que hacían que
lo pensase aún más y tardase en alcanzar su objetivo cada noche. Cuando cerraba
los ojos se imaginaba desagradables escenas de aquellos que no lograban pasar
finalmente, su última noche.
¿Podría ser una criatura gigante que destrozase todo a su paso y se los
llevase sin más para luego más tarde devorarlos en su oscura guarida? ¿Quizá una
sombra silenciosa que se acercara sigilosamente hasta donde se encontraban para
luego arrastrarlos al rincón más oscuro y perderlos entre las tinieblas? ¿O
simplemente, llegado el momento, desaparecían sin más dejando de existir en un
segundo? Realmente nadie lo sabía y aunque nunca había perdido a alguien
conocido, los relatos eran tan aterradores y tan creíbles, que sabía que algún
día acabaría pasando en su propia casa y que él sería el siguiente.
Cada una de esas horribles visiones lo inquietaban aún más, pero en
este momento, al igual que en muchos otros, le hacía compañía su viejo amigo Óscar,
quien le había seguido en mil y una aventuras. Los dos habían estado donde
nadie jamás había llegado. Ambos habían vivido historias increíbles, viajando a
lugares donde solo su imaginación alcanzaba a crear. En esta ocasión, Óscar
actuaría de vigilante. En el caso de que viera algo raro, lo avisaría
inmediatamente.
La última noche |
Nico tenía los ojos cerrados, es lo que hacía siempre. Sin darse cuenta
se dormiría y al día siguiente Óscar lo despertaría como de costumbre para
empezar un día más con su rutina diaria. Pero aún no se había dormido, era
consciente de ello. Ya llevaba mucho tiempo así. Hoy no se encontraba
especialmente cansado y sabía que le costaría más que otras veces. De repente,
el ruido que sentía, el cual le daba esperanzas de tener un poco más de tiempo
de margen, cesó. No quiso abrir los ojos, aguantó unos minutos, pero el estar
pensando una y otra vez en lo que podía pasar lo alertaba aún más.
Empezaba a sudar, un calor creciente lo agobiaba exageradamente y en el
acto de destaparse un poco de las mantas abrió los ojos. Pocas veces había
contemplado su habitación así, en penumbra. La imagen cotidiana y acogedora
había desaparecido y ahora era lo más parecido a una cueva oscura que observaba
con ansiedad a quien se encontraba en su interior. No alcanzaba a distinguir
con claridad las diferentes siluetas y figuras que se desdibujaban a su
alrededor, cualquier sombra parecía amenazante. Incluso en algún momento
apreció cierto signo de movimiento alrededor de él, como si las sombras que lo
rodeaban se percatasen de su presencia y se dispusiesen en torno a él acechándolo.
—Atento Oscar, no sabemos lo que puede pasar —dijo susurrando
entrecortadamente mientras se volvía a tapar. Al segundo Oscar se incorporó y
observó fijamente hacia el rincón más oscuro de la habitación.
Oscar ladró y en respuesta un grave sonido de respiración se empezó a
escuchar en aquella zona. Nico se acurrucó bajo la manta y la sujetó con
fuerza, mientras sentía como aquella respiración se acercaba cada vez más hacia
donde él se encontraba. En su mente se dibujaba una gran criatura negra de
cuatro patas, con una fuerte mandíbula llena de afilados dientes que escurrían
abundante y pegajosa saliva en vista del festín que se iba a dar con él. Como
si aquellas simples capas de tela lo protegieran especialmente contra aquello,
cerró los ojos con fuerza esperando que aquel espantoso sonido desapareciera.
Mientras, Oscar seguía ladrando cada vez más poniéndose aún más nervioso.
Sintió que lo tenía encima, aquella sonora respiración lo aprisionaba
contra el colchón paralizándolo de tal forma que apenas podía abrir los ojos.
Intentó gritar, pero era inútil, no era capaz de emitir ningún sonido. Notó
como Oscar saltaba de la cama y huía aterrado hacia la puerta arañándola para
intentar abrirla.
De repente la respiración despareció y sintió una liberación que le
permitió gritar por fin.
—¡Mamá! ¡Papá! ¡Socorro! —Los gritos resonaron en toda la casa,
levantando inmediatamente a sus padres de la cama y haciéndolos correr
asustados hasta la habitación de Nico.
Al abrir la puerta, Oscar salió corriendo a toda prisa sobresaltando a
los padres, los cuales observaban con horror la habitación. Nico no estaba
allí. Había desaparecido.
—Ya se lo han llevado Miguel —dijo mirando con tristeza a su marido.
—Iba a pasar tarde o temprano, no podíamos hacer nada, ¿lo sabes,
verdad? —La tranquilizaba mientras la daba un largo abrazo de consuelo.
—Sí, lo sé.
—Vamos, sigamos durmiendo. Mañana será otro día.
Y los dos volvieron a la habitación como si nada hubiera sucedido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario