lunes, 7 de marzo de 2016

Mi nombre es lo de menos


MI NOMBRE ES LO DE MENOS


Dicen que la forma de vestir de cada persona muestra en cierta forma, el tipo de personalidad, el carácter y la manera en la que se relaciona con los demás. No estaba para nada de acuerdo con dicha afirmación. Se negaba a pensar que algo tan complejo como es el ser humano, su forma de ser y de pensar, se viera reflejada en algo tan simple como una prenda de ropa. Así pues, en base a qué dicho razonamiento era un pensamiento lógico y general en cualquiera que pudiera ver su vestimenta, se vistió de la forma más cómoda posible pero no por ello, a su forma de ver, menos elegante. Era verano, las altas temperaturas eran la norma general en esos días y en breves momentos acudiría a una cita muy importante, quizá la más importante de su vida.

Había estado esperando impaciente día y noche a que sonara el teléfono y por fin habían llamado para hacer una entrevista de trabajo. Los nervios no se apoderaron de su cuerpo pues se había preparado a conciencia esa gran oportunidad. Sabría responder con exactitud a cualquier pregunta relacionada con el puesto a desempeñar. Un puesto muy exigente y en el que tendría el desafío diario de poner a prueba todos sus conocimientos.

La carrera de derecho no había sido fácil y podía considerarse de entre las mejores notas de su promoción. Había invertido una cantidad ingente de tiempo y dinero en conseguir lo que más ansiaba en la vida y obtener un puesto de trabajo en uno de los mejores bufetes del país sería el mejor premio con el que terminar esa etapa de formación e iniciar una nueva y apasionante etapa profesional con la que descubriría el mundo con el que siempre había soñado.

En poco más de media hora se presentó ante la puerta del imponente edificio que coronaba la ciudad. Su presencia no hizo mella en su estado anímico, había pasado por delante de él infinidad de veces imaginándose su despacho en el piso más alto. Lo contempló una vez más, respiró hondo y entro en su interior.

El ajetreo del ir y venir de las personas que por allí transitaban con prisa, haciendo llamadas, saliendo de reuniones y en ocasiones discutiendo, hizo que sintiera una energía que sirvió como un plus extra de motivación para la entrevista. Ese mundo era el molde adecuado para su forma ser, de pensar y de relacionarse con las demás personas, siempre lo había sabido, siempre lo había tenido claro.

Llegó al pasillo indicado y esperó unos minutos a que llegase la hora exacta del encuentro. Después llamó a la puerta. Una voz del interior contestó a sus dos toques en la madera que la cerraba el paso.

—Adelante, puede pasar.

Abrió la puerta y entró de forma decidida, con el claro objetivo de superar aquella prueba.

Ante sí descubrió una mesa antigua de madera lo suficientemente larga como para dar cabida cómodamente a cinco personas en uno de sus laterales. Cinco hombres, a cada cual más serio que el anterior, vestidos por unos trajes bastante descoloridos y escondidos bajo varios montones de papeles. Los cinco contemplaron durante escasos segundos a la que para ellos sería la última persona a entrevistar. Por un breve instante, esta persona sintió como cada una de las cinco miradas recorrían su cuerpo de arriba abajo, analizando cada una de sus prendas de ropa, así como el calzado e incluso el peinado. Por un momento llegó a sentir cierta inseguridad ante esos cinco jueces. A continuación solo uno de ellos habló, el que estaba sentado en el centro. Mientras los demás anotaban en sus respectivos cuadernos.

—Buenos días —saludó con la misma seriedad que reflejaba su rostro.

—Buenos días, ustedes dirán —dijo con cierto atrevimiento y sonriendo para liberar un poco la tensión previa acumulada.

Durante un par de segundos el que se encontraba sentado en el extremo derecho observó detenidamente a la persona candidata al puesto.

—Verá, hemos visto su currículum y hemos de decir que nos ha dejado impresionados —decía mientras lo recogía de la mesa para echar un último vistazo.

—Para bien espero —sonrió al terminar la frase esperando una confirmación.

—Creemos que con todos estos conocimientos que aquí nos muestra, es usted la persona idónea para el puesto que tenemos ofertado. Pero díganos, ¿qué puede aportarnos que no pueda aportar cualquier otra persona que pueda poseer su alto nivel de sabiduría? —A continuación los cuatro entrevistadores levantaron la mirada y esperaron la respuesta.

—Pasión, pasión por mi trabajo. Responsabilidad, soy una persona muy exigente con lo que hago. Fortaleza, sensibilidad y comprensión  ante cualquier situación o problema con el que me tenga que enfrentar. Tengo muy claro mis objetivos cuando me los marco, y haré lo que sea para poder alcanzarlos, por lo que la lucha es mi fuerte. Aunque he de decir que siempre de forma limpia.

—Bien —comenzó a anotar uniéndose a sus compañeros. —Y como persona, ¿cómo se considera?

—Bueno pues no sé, me considero una persona normal. Una buena persona quizá. No suelo mentir, aunque hablo demasiado —sonrió brevemente. —Si quizá soy una persona bastante habladora. Solidaria, me gusta ayudar a lo demás, pero siempre y cuando lo necesiten. No soy de hacer favores si veo que no son necesarios.

—Está bien —anotó brevemente en su libreta y a continuación siguió con la misma tranquilidad formulando la siguiente pregunta. — ¿Por qué estudió derecho?

En ese preciso instante aparecieron en su mente cientos de respuestas, tantas que no sabía cuál de ellas escoger. Se había quedado sin palabras.

—Mejorar el mundo —dijo de repente. —Creo que con los conocimientos que nosotros tenemos somos unos privilegiados para poder ayudar al resto de las personas y con ello, solucionar gran parte de todos los problemas —no sabía ni lo que había dicho ni si estaba bien.

—Ya veo —el semblante de su mirada cambió hacia un tono de cierta desaprobación. —¿Y va a solucionar todos esos problemas vistiendo de la forma con la que ha venido hoy a la entrevista?

—No veo por qué no. Creo que la imagen que tiene una persona no depende de ella misma sino de quién la mira. Y cada mirada puede sacar distintas conclusiones, así que entiendo que no es un impedimento para poder desarrollar mi trabajo.

El entrevistador asintió mientras anotaba una vez más en su ya misterioso cuaderno. Mientras acababa de escribir el que se encontraba a su derecha tomó la palabra.

—Ha dicho antes que se considera muy exigente con lo que hace y entendemos que nuestro trabajo también lo es. Mi pregunta es. ¿Tiene pareja?

—Sí, sí que tengo.

—¿Ha contraído matrimonio con ella?

—No, aún no.

—Tiene entonces intención de ello, ¿quizá en un futuro? —parecía que ansiaba ante todo obtener esa información

—Sí, puede que sí, o no, no lo sé —Aquellas preguntas tan seguidas empezaban a hacer mella en su paciencia, pues veía que no tenía nada importante que aportar en relación al puesto de trabajo. —¿Realmente son necesarias estas preguntas?

Esta vez su compañero opuesto fue el que siguió con la siguiente pregunta.

—¿Tiene pensado tener hijos próximamente o dentro de un tiempo?

—No sé en qué puede interesar mi respuesta ante esta pregunta —mostraba ya cierta indignación.

—Verá, buscamos un compromiso completo con esta entidad. Una dedicación plena. Una disponibilidad ejemplar ante cualquier situación que requiriese su sola presencia. Y valoramos cualquier obstáculo que pudiera surgir en un futuro si es que en verdad hacemos efectiva su contratación.

—Y creen que si tengo pareja, me caso con ella y tengo hijos. Todos esos requisitos no se puede cumplir? —Empezaba a sentir como una ofensa tal interés en su vida personal.

—Queremos que nuestros trabajadores establezcan de forma correcta sus prioridades.

—Empiezo a comprender cuáles son sus exigencias —de repente el ambiente que había respirado al entrar en aquella sala se tornó un tanto rancio y claustrofóbico. Sabía que aquellas personas no serían los compañeros ideales que siempre quiso tener.

—Bueno sabrá que si contratamos sus servicios, el salario inicial no será el mismo que el de sus compañeros con el mismo puesto y cargo.

—Bueno puedo entender que habrá un periodo de adaptación y un cumplimiento de objetivos iniciales y que una vez pasado ese periodo de confianza podré ir subiendo de categoría ¿no?

—Bueno eso depende de usted, y de nuestra valoración. Pero no tenga prisa aún.
Algo decía en su interior que no iba a obtener el puesto de trabajo. Tampoco sabía ahora si en realidad lo querría después de su sometimiento ante tal interrogatorio.

En unos segundos los cinco comprobaron sus anotaciones y empezaron a hablar en voz baja entre ellos. Después el hombre situado en el centro se dirigió a la persona entrevistada con la mirada.

—Bien, creo que no hace falta que hagamos más preguntas. El puesto de recepcionista es suyo —concluyó con una sonrisa de aprobación.

—¿Cómo dice? —No daba crédito a lo que acababa de oír.

—Que el puesto es suyo, enhorabuena —extendió el brazo con la intención de estrecharlo.

—No había venido para esto. No era el puesto por el que había mostrado interés.

—Bueno, ya sabe que por algo se empieza.

—No pienso perder más el tiempo con ustedes —se levantó y se dirigió hacia la puerta de salida— buenos días.

—Buenos días…. —contestó de forma airada intentando pronunciar su nombre— ¿cuál era su nombre?

¿Mi nombre?  hizo una pausa antes de cerrar la puerta tras de si— Mi nombre es lo de menos.

Mi nombre es lo de menos
Mi nombre es lo de menos

4 comentarios:

  1. Genial entrevista. Millones de ellas se dan a diario y es una pena que se trate así a la vida familiar. Y sobre todo, el abuso qeu hay por las personas emprendedoras y bien preparadas, en realidad de todas.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias! La verdad es que en algunos casos se producen verdaderas injusticias, sobretodo cuando las candidatas son mujeres. Me alegra que te haya gustado.
      Un saludo.

      Eliminar
  2. Un buen relato , por que la entrevista fue de lo más absurdo que hay y encima no le ofrecieron el puesto que el estaba cualificado. Cuantas entrevistas de estas ocurren diariamente. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchísimas gracias! Pues espero que cada vez haya menos de este tipo, todo iría mucho mejor.
      Un abrazo.

      Eliminar