miércoles, 22 de julio de 2015

Suenan las campanas


SUENAN LAS CAMPANAS


Las palomas salieron volando asustadas por el replicar de las campanas de la iglesia. El número de veces que el badajo golpeo en el borde metálico le indicó que una vez más tendría que acudir a trabajar. Eran las diez de la mañana, en dos horas tenía que tener todo dispuesto y estar listo para empezar.

El mejor en su trabajo, todo un maestro para algunos, un arte incomparable para otros, odiado por el resto.

A veces cuando acababa no se sentía orgulloso de lo que hacía. Pero era un trabajo muy bien pagado, sus superiores otorgaban privilegios para él y su familia. Y en los tiempos donde la crisis que sufría el país diezmaba a la población, la sobrecarga de trabajo era diaria. Por eso ahora se encontraba en su mejor momento, y es que a pesar de todo, podía mantener un alto nivel de vida.

Su actividad no era demasiado laboriosa y no tardaba mucho en realizarla. Era una acción simple. Sin embargo tenía que ser rápido y preciso, un fallo, y su carrera terminaría para siempre.

Ya contaba con años y años de experiencia, y la rutina de su trabajo había absorbido por completo su vida. Siempre dispuesto, siempre disponible. Aquellas campanas que resonaban en sus oídos provocaban cierto aborrecimiento y pereza. Era el único de la villa, y no tenía otra opción que acudir para prestar sus servicios.

Hoy como todos los demás días, al salir a la calle, se sentía observado. Pero eso era lo mejor que le podía pasar. La mayoría de los días era insultado, maldecido, marginado, odiado o vilipendiado por sus vecinos o cualquier otra persona que se encontrase con él. Lo llevaba con total normalidad, había asumido que esa situación venía incluida en el empleo y nunca respondía de forma violenta.

En poco tiempo llegó a su destino, como siempre por la parte de atrás, sin que lo viera mucha gente. En la sala oscura subterránea se preparó con su atuendo, sencillo y reconocible por todo el mundo. Al salir y subir los pequeños peldaños que daban acceso al “gran escenario”, el clamor del público convertido en abucheo retumbó en toda la plaza mayor.

Los más cercanos a él empezaron a tirar huevos y alguna que otra hortaliza en no muy buen estado. Aunque era un hombre alto y fornido, de aspecto amenazante, no parecía intimidar al público. Tampoco le importaba, en poco tiempo habría terminado y se largaría por donde había venido. La guardia a caballo allí presente aplacó un poco los ánimos de la muchedumbre, los cuales estaban expectantes ante lo que iba a suceder.

Esperó a que pronunciasen el mismo discurso de siempre. Mientras, a su lado, pudo escuchar los gritos de súplica que siempre acompañaban a esas últimas palabras. Cuando terminaron, cogió su afilada herramienta, y con un golpe seco y medido asestó el golpe de gracia provocando en seco un silencio que solo se prolongó durante unos pocos segundos.

Saludó con una reverencia a las autoridades que hacían acto de presencia en representación del rey y de la iglesia, y a continuación se retiró dando varios pasos hacia atrás en dirección a las escaleras.

Una vez de vuelta en la sala oscura, se volvió a cambiar para parecer una vez más un ciudadano normal y dando un suspiro tomó el camino de vuelta a casa. 

Mañana sería otro día, otro día de trabajo.

Suenan las campanas
Suenan las campanas

4 comentarios:

  1. El verdugo, simple herramienta del poder, la monarquia y la iglesia.
    Sin embargo, no me causa simpatias, porque vive de rodillas ante sus amos, en lugar de vivir de pie como un hombre.
    Excelente relato amigo.
    Un saludo

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  2. Totalmente de acuerdo. No era fácil la vida del verdugo, y como muy bien dices al final acaba siendo victima de su propio "trabajo".
    Muchas gracias y un saludo.

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  3. Excelente, Alberto, un relato bien llevado, con intriga, bien cuidado en su estructura y ameno. La vida de un verdugo no es fácil, porque debe renunciar a parte de su humanidad para llevar a cabo su trabajo. Un abrazo!

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  4. La verdad es que no todo el mundo valdría o estaría dispuesto a cumplir con este "trabajo", yo por lo menos jeje.
    Muchas gracias por tu palabras Alonso, un saludo.

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