El hombre de la luna
La vida aquí era tranquila. Vivía a mi antojo, hacía lo que quería.
Cuidaba de mi casa, hacía largos paseos explorando cada rincón, estudiaba mis
preciados minerales. Hasta que un día todo cambió. Surgieron como de la nada y
rápidamente se apoderaron de todo. No los puedo ver con claridad desde aquí,
pero se han hecho visibles a través de sus obras. Obras que si de mí hubiera
dependido, habría impedido que las llegaran a realizar.
He podido observar durante largos años cómo esos seres han transformado
a su antojo su pequeño y único hogar. Cómo la
esfera azulada con la que me paso horas embobado observándola cada día,
viéndola flotar fija en la oscuridad y dando vueltas sobre sí misma, ha ido
perdiendo sus vivos colores para dejar paso a una triste palidez y a unas
inquietantes luces que brillan cuando el sol no se refleja en ella.
En un principio parecían inofensivos. Pequeños seres primitivos que
vivían plácidamente como todos los demás. Pero es que ahora se han vuelto una
molestia considerable, incluso peligrosos, y hasta para ellos mismos. No me
importa mucho lo que hagan siempre y cuando respeten mi espacio. Pero es que no
lo hacen. No hay más que basura flotando por todas partes. Un día de estos va a
llegar hasta la puerta de mi casa. Dejan sus inventos flotando por ahí y se
van.
Me siento observado. Cada día lo mismo. Siempre están ahí. Nunca me
quitan la mirada de encima. Antes, recogía todas mis cosas y me iba una
temporada a mi casita de vacaciones. En la otra punta, en la oscuridad, me
sentía a salvo. Hasta que un día consiguieron la forma de volverme a encontrar.
¡Malditas máquinas flotantes! ¡Siempre dando vueltas a mí alrededor! Ahora no
tengo otro remedio que salir y saludar.
Me pregunto qué pensarán al verme, ¿querrán venir algún día a hacerme
alguna visita en persona? Creo que lo han intentado varias veces, pero no duran
mucho tiempo por aquí. Recuerdo que una vez, estaba de excursión, buscando rocas
para mi nuevo museo geológico, cuando pude escuchar un gran estruendo cerca de
mi casa. Fui corriendo para ver que sucedía, cuando por fin llegué, solo pude
ver cómo salían con prisa de allí dentro de sus grandes máquinas de metal. Siempre
me dejan como regalo una banderita clavada en el suelo y un montón de huellas
por todas partes. Como vienen sin avisar, nunca me da tiempo a darles la
bienvenida que se merecen.
Y a veces pienso, ¿tantos millones de seres que viven ahí y solo se
atreven a venir un puñado de ellos? ¿Y por qué de esas terribles ganas de salir
de allí? Podría ser un sitio maravilloso, lleno de color y de vida. Si fuera
yo, no intentaría huir de ahí. Lo mejoraría, lo cuidaría y haría de él un lugar
más especial de lo que ya es. Pero parece que no se molestan en hacer eso, sino
todo lo contrario. ¿Qué tipo de ser vivo se destruye a sí mismo y el propio
medio en el que vive? No lo entiendo.
Siento curiosidad por cómo serán, pero no tengo ninguna prisa por
saberlo. Sé que tarde o temprano llegarán. Dudo que con buenas intenciones,
pero les recibiré como es debido. Mientras tanto, me serviré otra taza de té.
El hombre de la luna |
Un merecido aplauso a tu gran relato. Buenísima crítica desde un punto de vista muy original, y además perfectamente narrado. Me encantó
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias, me alegra que se pueda transmitir el mensaje que contiene está pequeña historia.
EliminarUn saludo.
Estupendo relato! Con él pones de manifiesto varias cosas, entre ellas que todo es cuestión de puntos de vista, je,je. Interesante saber cómo percibe nuestra conducta alguien que no sabe de motivos ni intereses, solo de lógica y sentido común. Es una excelente crítica hecha con sentido del humor, me ha encantado. comparto con tu permiso :)
ResponderEliminarUn abrazo!
Y que importante es siempre conocer el otro punto de vista de todas las cosas jeje.
ResponderEliminarGracias por compartir.
¡Un abrazo!